Pasiones
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   Psicológicamente las pasiones son sentimientos estables que condicionan la conducta humana y se hacen presentes en la conciencia, creando problemas de identidad, de libertad y de sociabilidad.
   Eticamente, las pasiones son inclinación al mal, debido a la tendencia del hombre llamada concupiscencia, efecto que la he quedado por el pecado original que hirió su naturaleza, aunque no destruyó su libertad.
   El balance entre el sentido psicológico y el ético es lo que el catequista o el educador de la fe debe realizar para enseñar al educando a aprovechar las dimensiones positivas de las pasiones y evitar o compensar las negativas.

    1. Concepto de pasiones

    Si la pasión es inclinación natural, de preferencia, de pertenencia, de compe­tencia, de posesión, de disfrute, tiene que ver con la inteligencia que cono y con la voluntad que decide.
    El concepto de pasión ha sido entendido en la ascética cristiana como una inclinación hacia el mal. Por lo tanto ha sido mirado como motivo de lucha, por cuanto inclina al placer, al poder o el tener, al figurar.
   En lenguaje maniqueo, la pasión es patrimonio del cuerpo y el cuerpo siempre tiende "a la tierra", a la sensorialidad, a la satisfacción somática. Sin embargo el alma no tiene pasiones, porque es pura, espiritual, de origen divino.
   Sin embargo, cuando vino el racionalismo de Descartes, con su libro "Tratado de las pasiones el alma", se superó ese esquema y se puso en el candelero de la reflexión la curiosidad, el razonamiento, la opcionabilidad, el goce estético, que son pasiones del espíritu.
   En clave psicológica, no ascéticas, que es como debemos enfocar la idea de pasión, le debemos mirar como simple propensión, cuyo objeto determina su naturaleza ética. Hay pasiones buenas: trabajar con ardor, leer con interés, convivir con solidaridad, que son pasiones muy buenas. Y hay pasiones malas: la ira, la gula, la lujuria.
   La pasión es una fuerza natural que arrastra con vigor y constantemente hacia el objeto que cada una de ellas posee. Compro­mete a distintas faculta­des, como la inteligencia y la voluntad, la afectividad y la sociabilidad, la aten­ción, la memoria y la fantasía. No se puede gobernar la propia vida solo con principios. Es preciso contar con las pasiones.
   Por eso, las pasiones deben ser tenidas en cuenta, recordando que varían con la edad, el tempe­ramen­to, la herencia, la educación, los hábitos contraídos. Son tendencias intensas y profundamente arraigadas en la naturaleza y hay que aprovecharlas lo mejor posible.

   2. Tipos de pasiones

   Podemos hablar de "tantas pasiones" cuantas son las inclinaciones naturales existen.
   Una clasificación frecuentemente empleada es la recogida por Santo Tomás en la Suma Teológica (I-II q. 22. 48.) y luego divulgada por multitud de autores.
   - Pasiones del apetito concupiscible o agradable. Son las pasiones llamadas tranquilas o continuas.
   * Ante el objeto considerado como bueno, tenemos pasiones de:
       - amor placer producido por el objeto en si mismo, el conocer su excelencia;
       - deseo o inclinación espontánea hacia su posesión.
   * Ante el objeto considerado como malo o adverso, encontramos:
      - odio o desagrado profundo que produce el objeto por sí mismo;
      - aversión o repulsa sentida ante él y los inconvenientes que acarrea;
     - tristeza o pesar cuando ya se ha recibido y no se puede eliminar.
 
    Pasiones emergentes o violentas, son las del apetito irascible o violento:

   * Ante el objeto considerado como bueno, pero difícil de conseguir, hay:
     - esperanza o inclinación al bien ase­quible que se espera alcanzar pronto;
     - desesperación,  cuando el bien ya no se puede obtener por haberse perdido.
   * Ante el objeto malo, difícil de evitar y próximo a llegar para la persona, hay:
       - valor,  mirando al mal en si mismo y disponiéndose a rechazarlo;
       - miedo, cuando no se puede huir y todavía no ha llegado, pero se espera;
     -  ira,  cuando ya ha llegado el mal se ha de a aguantar sin remedio.
   Es evidentemente que esta clasificación se presta a reflexión aclaratoria y puede ser reemplaza por otra de diver­sos psicólogos.
   - Hay pasiones emergentes, que nacen del interior y pasiones inducidas, que provienen de influencias externas.
   - Hay pasiones colectivas o contagiosas que ese incrementan con el contacto con los grupos de pertenencia y las hay indivi­duales e interiores que solo se sienten en el interior de cada persona.
      - Las hay explosivas, violentas, que producen tormentas y desórdenes inmediatos y las hay retenidas, concentra­das, que se retienen y generan desasosiego interior.

 

 

   

 

 

 

 

  1. Educación de las pasiones

   La pedagogía de las pasiones presu­po­ne que son fuerzas gobernables y que es preciso lograr métodos y formas para conseguirlo. En cuanto "fuerzas naturales", pueden ser aprovechadas para el bien. Por ello requieren dominio y regulación. Por eso la primera medida es identificar su naturaleza ética, su bondad o su malicia objetiva y subjetiva.
   Reprimir­las sin más puede ser un desacierto, por las perturbaciones morbosas y subconscientes que origi­nan como compensación. Condescender con ellas puede resultar acto de debilidad y origen de posteriores desajustes.
   Además de una buena tarea de discer­nimiento, hay que saber gobernarlas con habilidad. Medios buenos pueden ser:
   - Satisfacerlas en medida de lo posible y conveniente, sin admitir el desorden, la polarización o los descarríos a que condu­ce la exage­ra­ción.
   - Gober­narlas con los sentimientos y no sólo con los criterios, ya que son de naturaleza afectiva y no siempre lo afectivo se supedita a lo lógico.
   - Es la voluntad la que debe tomar deci­siones y puede sobreponerse a las inclinaciones, pues es libre. Pero lo apoyos son necesarios: premios, castigos, intereses, ejemplo ajenos.
   En la medida en que la persona va creciendo y madurando, las pasiones dominadas se transforman en riquezas interiores. En la medida en que quedan desajustadas se convierten en problema y alteración personal.
  -  En clave religiosa, es conveniente recordar que las pasiones son buenas cuando contribuyen a una acción buena; y son malas en el caso de que llevan a la persona al mal, si se deja llevar por su impul­so o su persistencia.
   Analizar cada pasión en clave de Evangelio (amor, odio, esperanza, desesperación, etc.) es el camino para que el educando aprenda a darlas el verdadero sentido ético y religioso que pueden tener.
   Por otra parte es bueno también recordar determinados criterios que fueron, y siguen siendo, excelentes en la ascética tradicional.
   - Las pasiones con objeto malo necesitan fortaleza, virtudes compensatorias, penitencia, lucha, plegaria, renuncia, en ocasiones apoyos externos.
   - Las pasiones con objeto bueno precisan, criterios de acción, ideales, modelos, prudencia, también ayudas exteriores.
  Todo cristiano tiene que ser consciente de que, como ser libre, es responsable de lo que hace "apasionadamente" y por lo tanto tener mérito o demérito
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